Me regalaste un mandala el día en que entendí tu laberinto. En aquel momento sentí que había cosas que no supe hacer cuando era el momento y que ya era tarde. Entraste y saliste de mi vida dejando huella y tu sin saberlo. Pude verte de verdad i asfixiarme con las mismas piedras que me pediste, sin decir, que te rompiera. Hace un tiempo que me reconcilié con mis errores aun sabiendo que eso no calmaría tu sed y que quizás ya te habías rendido.

pd= la foto no és la de tu mandala. me la guardo para mí.